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Tóxicos, los enemigos invisibles

Ecologistas gallegos alertan de la presencia de sustancias químicas en la  ropa, los cosméticos o los plásticos que pueden producir problemas hormonales, de riñón o hígado en el ser humano

El champú, los ordenadores, una camiseta, los biberones, el sofá o un perfume son algunos de los ‘enemigos’ con los que el hombre convive en su día a día. La mayoría incluye sustancias químicas tóxicas en su composición, algo que, según los ecologistas, tiene efectos para la salud a largo plazo. Greenpeace alertó hace unas semanas de la presencia de tóxicos en ropa deportiva de H&M, Adidas o Nike, pero no son los únicos. Desde Adega sostienen que el uso de químicos es frecuente en la elaboración de cosméticos, plásticos o ropa. Pese a que la UE prohíbe el uso de ciertas sustancias, lo cierto es que estos artículos siguen en el mercado

ANA RAMIL | A CORUÑA Los tóxicos forman parte del día a día del ser humano. De las 400 toneladas de sustancias químicas que se producen al año en todo el mundo, unas 100.000 acompañan cada día de forma silenciosa al hombre en su vida cotidiana, escondidas en cosméticos, envoltorios de alimentos, ropa, plásticos o incluso en juguetes o artículos para bebés como los biberones. Ecologistas gallegos alertan de que el contacto frecuente con estas sustancias tiene graves consecuencias para la salud ya que muchas son cancerígenas o pueden causar alergias, patologías hormonales, en el riñón o el hígado. “El problema radica en que los efectos son a largo plazo y es difícil demostrar que se produce por un químico concreto“, sostiene la vocal de Consumo Responsable de la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (Adega), María José Castro. Entre los principales enemigos del hombre se encuentran los bautizados como contaminantes orgánicos persistentes, sustancias químicas fabricadas por el ser humano con dos grande características. Tienen dificultad para descomponerse -llegan a vivir décadas una vez liberados al medio ambiente- y son bioacumulables, es decir, se acumulan en los tejidos grasos de animales y humanos y acaban formando parte de la cadena alimentaria. La mayoría son productos con una doble cara: fabricados para mejorar la seguridad o las prestaciones de un artículo -pirorretardantes bromados para evitar la propagación de llamas en muebles y ordenadores o azmicles que dotan de fragancias a cosméticos o productos de belleza-, pero que tienen también efectos nocivos para la salud si se produce una exposición continuada en el tiempo.

Utilizar sustancias tóxicas en la elaboración de un producto no es algo exclusivo de marcas desconocidas o países poco desarrollados. Prueba de ello es un reciente estudio de Greenpeace en el que se revela la presencia de nonifelnol -sustancia que provoca problemas hormonales y en el aparato reproductor- en prendas de 14 marcas internacionales como Nike, Adidas, H&M o Calvin Klein. Otro ejemplo son los análisis a 2.500 estadounidenes en los que se descubrió que el 90% presentaba restos de bisfenol-A -químico de los plásticos- en la orina. En España también hubo un experimento similar. La ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona se prestó a hacerse análisis de sangre con todo su equipo en 2004 para concienciar sobre el riesgo de los químicos. De las 103 familias de sustancias químicas analizadas, 52 aparecieron en la sangre de estos políticos. Se trataba de elementos presentes en pesticidas, productos de limpieza y plásticos.

Los gobiernos han comenzado a mover ficha para reducir la presencia de tóxicos en la vida diaria, pero todavía queda mucho por hacer. Hace seis años se firmó el Convenio de Estocolomo, un acuerdo internacional por el que los países firmantes se comprometían a dejar de fabricar una lista de 13 sustancias -que se ha ido ampliando- por sus efectos sobre la salud. Los expertos aseguran, sin embargo, que no se cumple. La UE, por su parte, cuenta con directivas concretas para prohibir la utilización de ciertas sustancias y la denominada directiva Reach con la que pretende controlar todos los productos químicos qaue se fabrican en los Estados miembros. Los ecologistas gallegos aplauden las medidas para reducir la presencia de tóxicos, pero reconocen la dificultad de lograrlo en un mundo tan globalizado. “La UE, por ejemplo, ha prohibido los colorantes azoicos porque en contacto con la saliva desprendían unas sustancias cancerígenas. Sin embargo, España importa productos de países donde hay menos controles y al final los tóxicos llegan igual al consumidor español”, sostiene Castro.

. Ropa. La industria textil es una de las que más recurre a sustancias químicas en la elaboración de sus productos. Las organizaciones ecologistas alertan de que cualquier prenda de ropa puede contener plomo -utilizado en los tintes y que afecta al sistema nervioso y los riñones-, níquel y cromo -también presentes en el proceso de tintado de la prenda y que pueden ser cancerígenos-, alquifenoles -presentes en algunos detergentes industriales y que son capaces de alterar el desarrollo sexual de los seres vivos- y nonilfelones, presentes en ropa deportiva de Nike o Adidas y que pueden provocar problemas hormonales.

. Cosméticos. Cremas, champús o geles de ducha tampoco se libran de la presencia de productos tóxicos. La mayoría de los cosméticos incluyen parabenos en su composición -químicos que permiten la conservación del producto-, un elemento que para algunas organizaciones ecológicas está detrás de ciertos tumores. En el caso de las colonias y perfumes, los enemigos invisibles se multiplican. Un estudio de Greenpeace reveló hace unos años que de 36 marcas de fragancias analizadas, 34 contenían algún químico. Uno de los tóxicos frecuentes es el ftalato que penetra rápidamente en la piel y que se distribuye por el cuerpo con cada exposición. “Se cree que esta sustancia está detrás de posibles alteraciones del ADN espermático y en la restricción de la función pulmonar de los hombres”, señalan desde Greenpeace. Otro químico habitual de los perfumes es el almizcle sintético, utilizado para dar fragancia a un producto -también se utiliza en algunos artículos de limpieza- y que afecta al sistema hormonal.

. Plásticos. Las organizaciones ecologistas alertan de que todos aquellos artículos formados por componentes plásticos suelen concentrar gran parte de los tóxicos habituales en el día a día del ser humano. A la hora de producir elementos de PVC o envases se utilizan compuestos organoestánnicos que son persistenes, bioacumulativos y pueden afectar al sistema endocrino. Los piorretardantes bromados se utilizan para evitar la propagación de incendios y aparecen en artículos de plástico como los ordenadores. Se cree que pueden interferir en el desarrollo cerebral de algunos animales. Por último, los plásticos también pueden contener alquilfenoles y derivados.

. Alimentación. A las sustancias tóxicas que pueden llegar al hombre a través de la cadena de alimentación -los animales que consume el hombre a su vez ingieren plantas contaminadas con pesticidas- hay que sumar las sustancias que se añaden a los alimentos para mejorar su sabor, alargar su duración o modificar sus características como edulcorantes, colorantes o conservantes. Pero el riesgo de toxicidad llega también a través de los envases en los que se almacena la comida. Los expertos alertan de que las bandejas para alimentos de PVC contienen ftalatos y que el recubrimiento de las latas o las comidas preparadas está formado por bisfenol A. Ambas pueden actúan en el sistema endocrino.

. Artículos infantiles. Ni siquiera los productos para los más pequeños eliminan los tóxicos de sus ingredientes. Hasta hace poco gran parte de los biberones contenían bisfenol-A. Desde el pasado 1 de junio, la UE prohibió la fabricación e importanción de todos los biberones fabricados con este material. La causa es la “incertidumbre” sobre sus efectos en los pequeños. Por otra parte, algunos juguetes contienen ftalatos.

. Productos de limpieza. Azmicles para dar fragancia, ftalatos como disolventes o triclosan como sustancia antibacteriana son algunos de los tóxicos que incluyen los productos de limpieza.

Desde Adega lo tienen claro. La solución pasa por buscar productos más naturales, optar por artículos ecológicos para velar por la salud, pero sin descuidar el medio ambiente.

 

Fuente:La Opinión Coruña



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