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Las autoridades municipales, autonómicas y estatales tienen mucha más responsabilidad que el individuo en el cuidado del medio ambiente

Fuente: Lne.es

El cuidado del medio ambiente

La contaminación atmosférica vuelve a ser noticia. En varias ciudades se sobrepasan holgadamente los límites recomendados debido al anticiclón que reina en España estos días. Esta alarma no es más que la punta del iceberg de una situación crónica. La actividad industrial, las calefacciones, pero sobre todo el uso de vehículos particulares están cargando el ambiente de gases y partículas que atentan contra la salud. Hay cada vez más pruebas.

En un estudio se examinó la contribución de la contaminación a la salud infantil. Se encontró que es responsable del 30% del asma, 5% del cáncer, 10% de los trastornos conductuales, con un coste anual que se puede estimar en unos 4.000 millones de euros si aplicamos los resultados a España. No son partidas fáciles de trasladar de un lugar a otro, pero sirve para demostrar que la prevención sí ahorra.

La polución atmosférica puede incrementar la morbilidad y la mortalidad cardiovascular y respiratoria además de contribuir a algunos cánceres como el de pulmón o vejiga. En un estudio se examinó la carga de partículas en la atmósfera a lo largo de los últimos 30 años del siglo pasado en los diferentes concejos de EE UU. Compararon esta concentración con la mortalidad y su evolución, teniendo en cuenta las condiciones socioeconómicas, demográficas y el consumo de tabaco de cada concejo. Encontraron que un descenso de 10 microgramos por metro cúbico en las llamadas P25, partículas mínimas que llegan a lo más profundo de los pulmones, se asocia a un incremento de 0,66 años en las expectativas de vida, el 15% de toda la ganancia en vida conseguida en esos años. Está claro que el control de la contaminación ambiental es una buena estrategia para mejorar la salud.

Además de estos efectos más medibles, con todas las reservas porque nunca sabremos cuántas partículas o compuestos de azufre o nitrógeno aspiró esa persona enferma, la contaminación por CO2 está ligada al calentamiento global. Los cambios climáticos y ecológicos son una de las causas de la emergencia y reemergencia de las enfermedades infecciosas, una de las amenazas más inquietantes para la salud del siglo XXI. Son muchos los problemas que produce ensuciar la atmósfera.

Pero hay más que contaminación en el ambiente. Las ciudades pueden edificarse con un criterio de salud o guiadas sólo por el afán de lucro y la especulación. Que los pobres están más enfermos es un hecho bien conocido a lo largo de la historia. No es nuevo que vivienda, alimentación, saneamiento base, educación y trabajo son la base de la salud y es evidente que los pobres disfrutan menos de estos requisitos. Investigaciones recientes evalúan el impacto que tiene en la salud la forma en que están construidas las ciudades. Es en los barrios marginales donde se suelen colocar las industrias y actividades más contaminantes y en su proximidad se construyen las vías rápidas de circulación que sueltan al aire ruido, gases y partículas. Los pobres sufren un aire más viciado. Cinco son las características identificadas en las ciudades que contribuyen de diferentes formas a la salud: la calidad de la construcción y el grado de hacinamiento, la densidad de espacios verdes, el transporte público, la disponibilidad de alimentos saludables en las tiendas y la limpieza e higiene.

Existen pruebas de que donde disponen de más espacios verdes hay menos obesos. Además son los pulmones de la tierra, limpian la atmósfera. Y precisamente donde más se necesitan es donde suele haber menos. Crear zonas verdes en las áreas densamente pobladas y altamente contaminadas es una buena estrategia municipal. El coste, no cabe duda, es grande porque hay que limitar la construcción, pero los beneficios son mayores. También son muy beneficiosas las sendas peatonales.

El problema de la disponibilidad de alimentos en las áreas más deprimidas económicamente no sé cómo afecta a España. Está muy estudiado en EE UU, donde se observa que en esas zonas se ofrece fundamentalmente comida basura, calóricamente muy densa porque está cargada de grasas, casi todas poco saludables. El resultado es mucha obesidad y enfermedad cardiovascular. Creo que no es un problema todavía en nuestro país, pero puede serlo porque esos productos tienen la ventaja de ser muy palatables y económicos. La industria alimentaria sabe muy bien quiénes son sus potenciales clientes: las personas menos educadas y con menos interés por su salud. La paradoja de la convivencia de la obesidad y la desnutrición o malnutrición en las áreas más pobres del planeta se debe a este fenómeno.

En la lucha por conseguir un medio ambiente saludable las decisiones individuales cuentan. Pero no se puede depositar en ellas las esperanzas de victoria. Las autoridades municipales, autonómicas y estatales tienen mucha más responsabilidad que el individuo. A ellas les corresponde construir ciudades saludables que inviten al ejercicio y faciliten el transporte público y controlar la emisión de gases de la industria.



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