Hace unos días las autoridades sanitarias de EEUU han detectado sustancias potencialmente peligrosas -principalmente plásticos- en el 90 por ciento de los ciudadanos de este país. Uno de los más conocidos es el bisfenol-A, presente en envases de plástico, desde biberones a botellas de leche.
Este tóxico, como ya informó elEconomista el 2 de mayo de 2008, también está presente en la tinta y el cartón reciclado que llevan algunos envases de pizzas y otros alimentos preparados que se vuelven peligrosos cuando se someten al calor, ya que éste libera y activa el temible bisfenol A. Como también son tóxicos algunos edulcorantes utilizados como aditivos alimentarios. Éste podría ser el caso del ciclamato (E-952) que llevan algunos productos light y que está prohibido en lugares como Alemania o EEUU por su toxicidad.
Productos peligrosos
Otros envoltorios, como algunos tipos del film transparente que se utiliza para congelar los alimentos, sufren reacciones similares cuando se les somete a la descongelación del microondas, por ejemplo.
El problema de estos derivados, a los que se unen el plomo -ahora en franca retirada, afortunadamente-, el cadmio o las acrilamidas, es que nadie sabe cómo van a actuar en el cuerpo humano. Son como una bomba de relojería. Al ser persistentes, la mayoría de los compuestos tóxicos se incorpora al cuerpo humano en dosis minúsculas, mediante diversas vías a lo largo de la vida y, al acumularse, presenta efectos tan a largo plazo que muchos de ellos no pueden verse ahora. De hecho, pueden saltarse una generación, pasando de abuelos a nietos.
El origen del cáncer testicular
Una investigación realizada en el Hospital Universitario de Örebro (Suecia), estableció una conexión causal entre el cáncer testicular en varones de mediana edad y la exposición que sufrieron sus madres decenas de años antes a sustancias como los PCB o el hexaclorobenceno. Los tóxicos se transmitieron de madres a hijos durante el embarazo y la lactancia, y sus efectos tardaron 40 ó 50 años en manifestarse.
Otro trabajo, éste del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF-Adena), en el que se analizaron ordenadores, secadores de pelo, televisores, sartenes, biberones, ropas, alfombras y un sinfín de objetos de utilización diaria, reveló que de 107 productos químicos potencialmente peligrosos, las familias europeas analizadas tenían en su sangre al menos 73 de estos contaminantes. Fue en los ancianos en quienes se encontraron más tóxicos, lo que es lógico si pensamos que una mayor cantidad de años vividos se corresponde con una mayor exposición a estas sustancias nocivas. Y ahora, los investigadores también han hallado una relación en la presencia en sangre de estas sustancias y las personas de más bajo estatus económico.
Y es que estamos rodeados por cerca de cien mil sustancias químicas distintas y la mayoría no ha sido analizada, como puso de manifiesto un grupo de científicos unidos en el proyecto europeo Cascade. Éstos y otros expertos señalan que algunas de las enfermedades hormonales que padecemos se deben a la exposición a estos contaminantes químicos desde el útero.
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