Colección EN PUNTA, nº 3
“AMOR Y TIERRA” (poemas)
JOSÉ MARÍA GARCÍA HERNÁNDEZ:
Edita: Ateneo Alternativo “Antonio Carrasco Suárez”
Colaboran: Ayuntamiento de Punta Umbría y Consejo Asesor de Actividades Literarias del Área de Cultura de la Diputación de Huelva
Coordina: Marcos Gualda
Cubierta: Ángel Romero
Diseño y maquetación: Barco de ideas
Imprime: Artes Gráficas Hontiveros, S.L., Béjar, 2003
Depósito legal: S-432-2003
ISBN: 84-95327-27-9
Portada y contraportada a todo color y plastificadas en brillo
55 páginas
JOSÉ MARÍA GARCÍA HERNÁNDEZ
Biobibliografía
J. M. García Hernández (Punta Umbría, 1977).
Estudiante de Humanidades en la Universidad de Huelva.
Coordinador de la revista Volandas.
AMOR Y TIERRA
PRÓLOGO
Indio Crow, la salvaje impresión de su naturaleza de tronco de árbol; las dos calaveras en el pecho, el collar majórico, el aura confeccionada con las plumas de los pollos salvajes de Wounded Knee, la piragua de Cardhús, la gargantilla amazónica, la argolla del Cabo de Hornos, el misterio argonauta, los ojos del poeta que en la noche del 1900, se cargan de humo, de preguntas, de razones, de esperanza y, busca un sitio, un taburete cedido, sólo para escribir:
Yo he sitiado tu cuerpo con adulaciones,
te he lanzado miradas ofensivas de reclamo
y he querido defenderte de los dientes
de las manos y las uñas de los otros.
Y el Alaskan, un Chimbito de grandes dimensiones navegando con las casetas de baño incorporadas en las que se alquilan bañadores. Con tahúres, putas baratas, buscadores de oro, cazadores guarrindongos que matan a los búfalos por las pieles y encima reparten plomo a bajo precio tirando a dar. Dos botes salvavidas cargados de papas aliñás, una gran chimenea negra que es la premonición de los funerales de La Mamá Grande sobre La Iberia bananera, cándida e inocente, sobre la amada tierra de los conejos que le dimos a los otros para que crearan fábricas de enfermedades. Y los cipreses no creyentes dibujando el firmamento por encima de la figura del barco, sobresaliendo con una altura impresionante donde los ojos de buey se han vuelto cuadrados como los cuadros de un tablero de ajedrez, del mismo Staunton nº 5 donde jugó alguna vez Ivanchuk, y el barco tan pirata que lleva la bandera de barras de uranio y las estrellas enriquecidas con palomitas de maíz. Detrás de las multinacionales hay muchos crímenes. No hay conciencia ni reparo de tantos y tantos cadáveres tras las multiplicaciones de Wall Street. Es la fecha del cuadro que miro: 1885, y el Alaskan prosigue su rumbo de noria gigante que juega a la ruleta rusa con el destino de los pobres indianos, ¿dónde están los pequot, los narraganset, los mohicanos, los pokanoket, los indios güí-güí de la Punta del Sebo, los comanches, los sioux, los apaches, los nativos de la Playa de La Gilda, de la Fuente de las Naciones, de la Puerta de la Estrella, de la marisma devastada con el desolador paisaje de las balsas de yesos en la Portus Maris et Terrae Custodie? ¿Dónde los pobladores civilizados que aman el espacio natural: el mar, la tierra y le cantan y se enamoran del amor, y lo cultivan, y aún pueden escribir versos?
Hay una vieja canción india y universal que dice: sólo la tierra permanece. Pues, que permanezca la tierra, y el mar, y si es posible los versos que lo merezcan.
West Moon Love
ALGUNOS POEMAS
1º
I
Regocíjate en la huella de mi espera
mientras mi desengaño se conjura
en la tormenta y en el odio.
Malditos queden tus actos así como tu nombre.
Porque yo te declaro muerta desde mi hastío
y te proclamo asesina del amor,
productora del odio y de la ira.
2º
IV
No es ésta de aquí mi orilla, ni mi tesoro azul,
éste no es mi cielo, que está tan ausente.
Ése no es el sol que bronceara mis hombros.
No está aquí mi madre, piel clara y mentón alto.
Hoy me siento falto de raíces y de tierra,
muy sobrado de autopistas y billetes de tren.
Hoy todo se me niega en ti de efímero y fugaz.
3º
“He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico:
su gestión insistía, su denso paso llega”.
Pablo Neruda
Qué feliz alejamiento
de su tronco de ciprés desahuciado,
de su oración de icono y capilla,
de su piedra anacrónica y gastada.
Si ayer se diluyó mi penitencia en su penumbra decreciendo
mi afán -henchido a sombras-
y en mi vida de anciano arraigó la decadencia;
hoy, aunque me han vuelto las letras a la tinta como a la llama
el caldero,
aún duelen las palabras de duras y tenaces.
Confieso que ahora me avergüenza haber trenzado la desidia
con la misma habilidad con la que araño con mis uñas en la hoja,
me avergüenza haber negado cada letra
sin haberla pronunciado antes mi pluma
y me avergüenza haber ansiado hasta el acopio
el clandestino sinsabor de lo liviano.
En la estrechez del arrepentimiento y de la culpa
me corto los dedos con la pluma
y me engaño en mi deseo de salir, buscar y renovarme:
de encontrar mi juventud y la poesía.