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Lo que cayó del Conquero

(Antología de narradores onubenses. Vol. I)
Edición de Uberto Stabile y Marcos Gualda

Colección LOS ARRUMBADOS: nº 5
CRÉDITOS:

16 cm. de ancho X 24 cm. de alto.
Cubierta a color. Plastificado brillo.
151 páginas.
Edita: Ateneo Alternativo “Antonio Carrasco Suárez”
Camino del Saladillo, 11, 2º B
21007 Huelva
Página web: http://cacua.com
Coordina: Marcos Gualda
Colabora: Consejo Asesor de Actividades Literarias del Área de Cultura de la Diputación de Huelva.
Prólogo: Uberto Stábile.
Cubierta: Vïctor Pulido.
Diseño y maquetación: Barco de ideas.
Imprime: Artes Gráficas Hontiveros, S.L.
Béjar, 2007
Depósito legal: S-1911-2007
ISBN: 978-84-933697-8-1

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Lo que cayó del Conquero (Antología de Narradores Onubenses. Vol. I) es el primer tomo de una serie indispensable, una invitación ineludible si usted quiere asomarse de una vez por todas al balcón de la narrativa escrita en Huelva en los albores del siglo XXI. En el vértigo de estas páginas descubrirá relatos cortos escritos con pasión, inteligencia, ironía, sensibilidad, por autores tan dispares y tan unidos como Javier Bocanegra, Juan Cobos Wilkins, Rafael Delgado, Manuel Garrido Palacios, Hipólito G. Navarro, Marcos Gualda, Carlos Hermo, Mario Marín, Manuel Moya, Francisco Silvera, Francis Vaz, José María Vaz de Soto, Juan Villa. Después de esta lectura, usted nunca más volverá a preguntarse por qué no existen narradores en la tierra de Juan Ramón Jiménez.

Lo que cayó del Conquero (Antología de Narradores Onubenses. Vol. I) terminó de imprimirse en Béjar el día 15 de diciembre de 2007, mientras un poeta escarbaba a dentelladas en la profundidad de su nueva pena.

PRÓLOGO
Breve historia del relato breve en Huelva

Si atendiendo a su producción literaria tuviéramos que situar a la provincia de Huelva en un imaginario mapa de las letras, a buen seguro la mayoría de su territorio correspondería al condado de la poesía, relegando apenas una cuarta parte de su extensión a la narrativa, y dentro de ésta el más recóndito de sus valles al género del cuento, del relato breve o de la narración corta, según prefiera el lector.

Tan singular cartografía de la literatura onubense tiene su particular santuario poético en la figura del moguereño Juan Ramón Jiménez, que sin duda sigue siendo faro que proyecta al mismo tiempo luz y alargada sombra, sobre los bardos de este noble y a veces canalla reino de la poesía. En contrapartida posee en el valverdeño José Nogales la cota de referencia desde la cual establecer y atisbar el inicio de la narrativa contemporánea en la provincia tartésica. Ambas figuras nacidas en la segunda mitad del siglo XIX marcan un punto de inflexión en el provincianismo literario de la época. Pero si bien es verdad que Juan Ramón Jiménez, veinte años más joven, va a proyectar su magisterio a través de las sucesivas y homogéneas generaciones poéticas hasta la última década del siglo XX, José Nogales por el contrario irá dejando paso a nuevas y muy variadas voces que configuran ese escuálido pero fibroso tejido de la narrativa onubense actual.

En Huelva escribir en prosa es como cabalgar en territorio comanche. Y más allá de la narrativa en general, escribir relatos en particular es en ocasiones un ejercicio de proporciones casi magistral, dada la ausencia de tradición y escuela que dicho género ha mantenido en esta tierra. En la primera mitad del siglo XX van a eclosionar algunos autores que aportarán los primeros cimientos de la narrativa breve en Huelva, y que todavía hoy, incomprensiblemente, son silenciados o escasamente conocidos y en absoluto reconocidos. Tal es el caso de Rogelio Buendía Manzano (Huelva 1891), Manuel R. Capilla (Huelva 1901), Manuel Chaparro Wert (Riotinto 1901) o el valenciano afincado en Huelva, Luis Alberto Pérez (Valencia 1902) quién adelantando modas firmó sus obras bajo el muy británico seudónimo de Alex Wilkie. Esta primera hornada de narradores, coetánea de la generación del 27, son en su conjunto el antecedente más cercano al actual y más prometedor escenario del relato onubense. Su obra, apenas redimida, a buen seguro completaría el frágil hilo conductor de una tradición literaria que por su escasez y brevedad -valga la redundancia- es ya objeto de culto. En los años veinte, en su libro “Biblioteca de Autores Andaluces Contemporáneos” (La Habana, Cuba 1925) el investigador y crítico literario F. Cuenca Benet da constancia de “un libro de prosas interesantísimo titulado El corazón de la tierra” escrito en colaboración entre Manuel R. Capilla y Rogelio Buendía Manzano, cuyo relato da título al libro. Son estos los primeros nombres y capítulos a los que podemos remitirnos en esta breve historia del relato onubense.

La generación, que podríamos denominar de posguerra atendiendo a sus fechas de nacimiento (todos ellos lo hicieron en las décadas de los treinta y los cuarenta) son sin embargo y por lo general una generación tardía, que amanece al escenario de la edición en plena madurez. Autores como José María Vaz de Soto (Paymogo 1938) o Carlos Muñiz (Rosal de la Frontera 1930) no publican sus primeras obras hasta principio de la década de los setenta, incluso otros como Juan Manuel Borrero (El Cerro del Andévalo 1947), Luis Domingo Delgado (1949) o Manuel Garrido Palacios (1945) no ven publicados sus primeros libros de relatos hasta bien entrados los años ochenta e incluso los noventa. Pero si tenemos en cuenta, no sólo la edición del libro de relatos, sino el ejercicio de la narración breve en toda su “extensión” (revistas, diarios, antologías, etc.) debemos incluir una amplia nómina de narradores onubenses, casi todos ellos recogidos en el volumen “El cuento literario en Huelva” obra del escritor y periodista José Manuel Gómez y Méndez que recopila la obra de veinticinco autores, entre los que destacan Odón Betanzos, Juan Cegarra, Hermenegildo de la Corte, Manuel Chaparro Wert, Ernesto Feria Jaldón, Francisco Garfias, Rafael Leblic, Carlos Muñiz, Alberto Luis Pérez, José María Vaz de Soto, Pragmacio Salgado, José María Salgado o Miguel Angel Rubira.

En los noventa el panorama literario en Huelva experimenta profundas transformaciones. En estos años surgen en toda la provincia numerosas tertulias y grupos literarios, ven la luz nuevas revistas y colecciones más allá del ámbito institucional, irrumpen de manera generalizada las voces femeninas en la escena literaria onubense y por vez primera el género del relato se equipara en ejercicio y difusión al ámbito de la poesía. En esta década nacen tres certámenes de relatos que van a estimular y consolidar su interés y actualidad: el premio José Nogales en Huelva, el premio Canaleta en Punta Umbría y el premio Ciudad de Isla Cristina. Incluso nace una revista Tranvía, dedicada exclusivamente al género del relato, de la mano del escritor Francis Vaz y otras como La Cinta de Moebius, Chichimeca o las cibernéticas Hwebra y El Fantasma de la Glorieta dedican buena parte de sus páginas al relato. Ya en los albores del siglo XXI ven la luz tres antologías de narradores “Joven Narrativa Onubense” (Asociación Madera Húmeda 2000), “Desde Trigueros” (Ayuntamiento de Trigueros, 2001) y “Huelva en cuarentena” (Diputación Provincial de Huelva 2006).

La mayoría de los nuevos escritores que en esta primera década del siglo XXI representan la promoción más activa de la narrativa breve en Huelva, ha sido bautizada por el profesor Gómez Canseco como generación “en cuarentena”. Son autores nacidos casi todos ellos alrededor de la década del baby boom español de los sesenta: Juan Villa (1954), Juan Cobos (1957), Francisco Ruano (1958), Manuel Moya (1960), Elías Hacha (1960), Hipólito G. Navarro (1961), Francis Vaz (1962), Mario Rodríguez García (1964), Maria Antonia Peña (1966), Francisco Silvera (1969), Mario Marin (1971), Marcos Gualda (1971), Iván Rodríguez (1971) o Javier Bocanegra (1972). Y sumándose a este grupo emergente, una joven camada de nuevos narradores está consolidando una panorámica muy alentadora para la salud del relato en nuestra provincia: Antonio Martín (1973). Miguel Mejía (1976), Manuel Arana (1981) o Manuel González (1981).

Esta antología que hoy se propone al lector es tan sólo una primera entrega que intenta aproximar al público la visión nunca definitiva del relato corto en Huelva. Es este un viaje poco habitual con invitados muy diversos y tendencias claramente abiertas.

Las trece narraciones que componen el presente volumen no atienden a premisas o estéticas que puedan convertirlos en referente generacional, ni en miembros de un mismo grupo o tendencia. Sus cualidades, sus temáticas y estilo apenas convergen en ningún aspecto, si bien entre alguno de ellos puede rastrearse un perfil aglutinador en el común denominador de un cierto sentido del humor, siempre salpicado y tamizado de pintorescas conductas y advocaciones sexuales.

Los personajes sórdidos y las situaciones insólitas constituyen, en varios de los relatos, una escenografía realmente singular de la propia narración. Así el romántico cocainómano del relato de Francis Vaz, el follador de oficio del relato de Manuel Garrido Palacios, el invicto y desconcertante condenado a muerte que sobrevive a su propia ejecución que nos presenta Carlos Hermo, el adolescente perdido en la efervescencia sexual de un burdel en los estertores de la dictadura franquista de Rafael Delgado o Marcela, ese personaje fronterizo, delirante y excéntrico que nos propone Marcos Gualda, guardan todos ellos una cierta relación en el incierto devenir de sus propias vidas y en la anomalía, a veces patológica, de sus respectivas personalidades. Humor que es en ocasiones desconcertante y surrealista, que baña de principio a fin los microrelatos ácidos de Hipólito G. Navarro, y que en otras se torna cruel y oscuro o directamente se convierte en drama como sucede en el mismo relato de Francis Vaz, en el de Javier Bocanegra o en “Le Petit Bubon” de Mario Marín.

Lejos de estas tonalidades se enmarcan los relatos mágicos y arcanos de Manuel Moya y Juan Villa, más cautivados por el lenguaje y la tradición que por la hegemonía de los personajes, al igual que sucede con la prosa costumbrista y culterana de Francisco Silvera o con la prosa manierista, más sensible y lírica que persigue Juan Cobos al intentar transcribir el trágico capítulo de García Lorca en Granada.

En conjunto estos trece narradores no forman grupo ni representan tendencia colectiva pero son hoy por hoy el mascarón de proa una de la narrativa en Huelva que se afianza en su propio ejercicio, escritores que se abren camino entre las turbulentas aguas de la poesía, en busca de su particular escena, ese esperanzador horizonte de la nueva narrativa onubense que en su conjunto representan.

Uberto Stabile