“Aprovechando el descanso de los días finales de octubre, he paseado, largamente, por la avenida que recorre la ría de Huelva, desde un puente a otro. Día soleado. Viento de poniente. Soledad buscada de caminante. Agua remansada y cercana. Silencio apenas roto por algunos automóviles en dirección a la Punta del Sebo, camino de las playas. Paisaje idílico. Idílico, sí, a condición de que la mirada se perdiera entre las ondas del agua y ahuyentara la curiosidad de escudriñar el lado oscuro del camino. Ni el olor azufrado mermó la belleza del cuadro en tanto los humos avanzaban hacia el oriente de la ciudad.”